Canadá, México, Groenlandia y el canal de Panamá. Estos cuatro territorios tienen en común que son estratégicos y que no están en venta, pero también que Donald Trump amenaza, más o menos irónicamente, con tomar su control.
El presidente electo de Estados Unidos ganó las elecciones del pasado noviembre con la promesa de aislarse de conflictos internacionales como la guerra en Ucrania. Sin embargo, en los últimos días ha pasado de bromear con convertir Canadá en un estado más del país a reclamar más seriamente recuperar la gestión del canal panameño, abrir la puerta a una intervención en México o comprar la isla más grande del mundo, que forma parte del reino de Dinamarca, una aspiración expansionista que ya planteó infructuosamente en 2019 durante su primer mandato.
Las descabelladas propuestas de Trump, a medio camino entre la boutade y la amenaza real, dificilmente se cumplirán, apuntan los analistas geopolíticos. No obstante, a un mes de que vuelva a la Casa Blanca, el rumbo que el mandatario estadounidense tomará en política internacional sigue siendo una incógnita. Y es que, a pesar de mantener un tono aislacionista, Trump se ha rodeado de halcones fervientemente intervencionistas en el plano global como Marco Rubio, su nuevo secretario de Estado (el equivalente al ministro de Asuntos Exteriores). “Yo siempre me lo tomo en serio, aunque pueda sonar un poco extraño”, ha advertido el congresista republicano Carlos Giménez en declaraciones a Fox Bussiness.
Amenaza y burla de sus vecinos
Trump está repitiendo el manual de su primer mandato: usa su habitual retórica afilada para lanzar propuestas polémicas y evaluar su viabilidad a través de las reacciones que genera. Algunas de ellas, prácticamente imposibles, son un mecanismo de burla para movilizar a su electorado. Es el caso de la anexión de Canadá, idea con la que bromea incluso llamando “gobernador” al primer ministro canadiense, Justin Trudeau. El hijo del presidente electo, Eric Trump, incluso ha compartido un meme en el que su padre está comprando el país a través de Amazon. Su publicación en X acumula casi 12 millones de visualizaciones.
Menos bromista es el tono con el que Trump amenaza la soberanía de México. El líder republicano aseguró el pasado domingo que designará “inmediatamente” a los cárteles del narcotráfico como organizaciones terroristas, una etiqueta que serviría como pretexto para intervenir militarmente en el territorio de su vecino sureño para desarticular las redes de fentanilo que terminan golpeando a EEUU. La presidenta mexicana Claudia Sheinbaum ha advertido que “no acepta injerencias” y que “nunca se subordinará” a Washington.
Enclaves estratégicos
La amenaza más creíble de Trump es la del canal de Panamá, una infraestructura crucial para el comercio mundial que EEUU construyó a principios del siglo XX pero que cedió al país latinoamericano en 1970. El pasado domingo, Trump denunció que se aplican impuestos “ridícula e injustamente altos” a los navíos estadounidenses y aseguró que pedirá recuperar su control para evitar que “caiga en las manos equivocadas”, una velada referencia a China. Aun así, no está claro cómo pretende hacerlo. De momento, ayer al republicano Kevin Marino Cabrera como nuevo embajador en Panamá. Su visión sobre la gestión del canal es por ahora desconocida.
En los últimos días, Trump y sus aliados ha vuelto a reflotar la idea que “la propiedad y el control” de Groenlandia es “una necesidad absoluta” para la seguridad nacional estadounidense. La isla danesa es una vasto territorio de tierra y hielo situado entre los océanos Ártico y Atlántico muy rico en recursos naturales como el petróleo o el gas, pero también en minerales críticos como el cobre, el plomo o el zinc, lo que refuerza su valor geoestratégico. Las autoridades groenlandesas han rechazado las palabras de Trump y Dinamarca, que comparte la soberanía del territorio, ha anunciado un enorme aumento en el gasto en defensa para la isla, una coincidencia temporal que Copenhague ha definido como una “ironía del destino”.