Por Carlos Velis.
Lo perdido, perdido está. Lo siento por mi gente angelina, ahora durmiendo en refugios y en autos, con la perspectiva de enfrentarse a las todopoderosas aseguranzas (como se llama a las aseguradoras) que, dos días antes, borraron la cláusula de “incendio” y ahora no se quieren hacer cargo. La gente de las mansiones de Malibú, seguramente tienen a salvo sus millones; pero aquellos que compraron, con mucho esfuerzo, en lugares más baratos que en el área de Los Ángeles, que sí necesitaban el dinero del seguro y ahora están en la calle. ¿Luego nos extraña el suceso del asesinato del CEO de United Healthcare, con tres balas que tenían tres palabras grabadas en sus casquillos: “deny”, “defend” “depose”, que significan negar, defender y deponer (o alargar), que son las tácticas usadas por las aseguradoras para no pagar a sus derecho habientes?
Pero volviendo con los incendios en California, lo más complicado es la gran crisis de agua en toda la zona del condado de Los Ángeles. Allí nunca llueve (recomiendo la película “China Town”) y, desde la década de los 50 se eliminó todo el sistema de transporte público para obligar a la gente a consumir petróleo (vean “Quién engañó a Roger Rabbit”). Hay reservorios, como el de Eco Park y acueductos para hacer acopio del agua de la sierra nevada, pero cuando se le necesita, como ahora, las mangueras de los bomberos están vacías.
Pero continúo preguntado: ¿Qué sigue después de esto? La pregunta principal tiene que ser ¿cuántos compatriotas han perdido sus casas? Yo he visto videos de amigos llorando, solo con sus hijos, sus pasaportes y tal vez una foto familiar en la bolsa. Se habla mucho de las estrellas de Hollywood y sus mansiones, pero no se menciona a nuestra gente que trabajaba en restaurantes y casas, hacían jardines, cuidaban niños y más.
Es cierto que los vientos de Santa Anna suceden cada año, que viajan en horizontal, lo que imposibilita detenerlos, que encienden chispas sobre las hojarascas y piedras y comienzan los incendios. Pero nunca han llegado hasta Hollywood, Malibú, Calabasas y el valle de San Fernando.
¿Qué sigue después?
Hay muchos puntos sueltos para pronosticar. Las inmobiliarias no descansan. Ya en la franja de Gaza están ofreciendo terrenos a la orilla del mar. Cinismo total. La costa de Hawái ya la compraron los desarrollistas hoteleros. En la costa de nuestro país, los bienes raíces han llegado a niveles estratosféricos.
Recordemos la década de los 60, cuando se incendiaron muchas estructuras antiguas del centro de San Salvador, ahora conocido como Centro Histórico. Aunque se evidenció la mano criminal en muchos de ellos, jamás se dedujeron responsabilidades. Pero, eso sí, los terrenos se vendieron a precios ridículos.
Para terminar, quiero lanzar una palabra a nuestro gobierno. Muchos compatriotas están viviendo momentos terribles. Algunos han perdido todo. Es momento para hacer presencia urgentemente y dar una mano a nuestra diáspora, que tanto ha hecho por nuestro país.