Antes de que Marie Kondo captara la atención del mundo con sus exhortaciones a deshacernos de los objetos que no “causaban alegría”, hubo otra gurú japonesa del orden.
Su nombre es Hideko Yamashita. Y aunque Yamashita, de 70 años, nunca ha alcanzado el nivel de fama inducida por Netflix del que goza Kondo, muchos en Japón le atribuyen el mérito de haber encabezado el movimiento moderno de organizar nuestros hogares, o como ahora se le conoce en el extranjero, “método Kondo”.
Ambas mujeres, nacidas en Tokio con tres décadas de diferencia, predican la idea de que los hogares acumulan demasiadas cosas. Según ellas, desprenderse de los objetos innecesarios y crear espacios minimalistas y más ordenados puede mejorar el bienestar mental.
Yamashita dijo que admiraba a Kondo, de 40 años, por llevar estas ideas al mundo occidental. Una portavoz de Kondo reconoció en un comunicado que Yamashita había sido una figura destacada en la tendencia del orden durante años, pero dijo que Kondo había establecido sus propias filosofías.
Hace más de dos décadas, Yamashita empezó a ofrecer seminarios en Japón sobre el danshari, el arte japonés de la limpieza. En 2009, su libro Dan-sha-ri: ordena tu vida —publicado más de un año antes de que La magia del orden, de Kondo, llegara a las librerías— la lanzó a la fama.
Yamashita presenta un programa de televisión semanal muy visto en Japón, en el que se enfrenta a algunos de los hogares más maximalistas del país. También dirige una escuela donde forma a estudiantes —en su mayoría mujeres, de mediana edad o mayores— para que se conviertan en expertos profesionales del orden.
Cuando hace consultas de danshari, Yamashita se mueve con fluidez por las casas de sus clientes con un elegante delantal de un solo hombro con una faja roja. Con su cabello castaño corto pulcramente peinado y una sonrisa cálida y ligeramente torcida, la septuagenaria irradia energía.
Yamashita y Kondo abordan el desorden de formas distintas. En los libros y la serie de Netflix de Kondo, ofrece técnicas de organización fáciles de seguir, acompañadas de su alegría y positividad características. Ella dice: conserva los objetos que te hacen feliz, y a los que no, dales las gracias y deshazte de ellos.
Yamashita es más abstracta, filosófica y reflexiva; menos accesible, sostienen los adeptos a la escuela de Marie Kondo. Al organizar lo que hay que conservar o tirar, Yamashita exhorta a sus clientes a pensar por qué están apegados a ciertos objetos y a examinar lo que la sobreabundancia y la obsesión provocan en sus estados emocionales.
“Para mí, el danshari no consiste en ordenar, organizar o deshacerse de cosas que no provocan alegría”, dijo Yamashita mientras sorbía fideos soba de un plato de sopa de ajonjolí en un restaurante de Tokio. “El punto es llevar a la gente de vuelta a un estado en el que desprenderse de las cosas se sienta natural”.
“Cuando los hogares y las mentes de la gente se congestionan con demasiadas cosas, se empiezan a empantanar”, continuó. “Es como cuando comes y luego eliminas; es una parte normal de nuestra existencia”.
“El danshari consiste en crear una salida y recuperar ese flujo”, añadió.
El primer encuentro de Yamashita con el danshari se dio durante sus años universitarios en Tokio, cuando estudió yoga y enseñanzas budistas que hacían énfasis en desprenderse de los apegos. Tras licenciarse y mudarse a la prefectura de Ishikawa, al oeste de Tokio, comenzó a aplicar estos principios para ordenar su propia casa, que compartía con su marido, su hijo y su suegra.
A través de su suegra descubrió las dificultades de animar a otros a ser más organizados. Cuando Yamashita intentaba tirar cosas, su suegra hurgaba en las bolsas de basura y la regañaba hablando de mottainai, un término japonés que expresa arrepentimiento por el desperdicio.
Su suegra se quejaba de que la casa era demasiado pequeña. “Yo quería gritarle: ‘¡Tendrás más espacio si te deshaces de cosas!’”, recuerda Yamashita.
En 2005, Yamashita, que entonces tenía 50 años, hizo construir otro espacio cerca de su casa familiar, al que llamó “Casa abierta danshari”. Allí empezó a enseñar a sus alumnos de yoga los principios de la organización del hogar.
Cuatro años después, Yamashita publicó su libro; un éxito instantáneo al que siguieron decenas más. En total, se han vendido más de siete millones de ejemplares de los libros de Yamashita.
Tomoko Ikari, profesora asociada de comportamiento del consumidor en la Universidad Meisei de Tokio, explicó que había una razón por la que el danshari había resonado con tanta fuerza en Japón: la idea de vivir con sencillez y desprenderse de los deseos está arraigada en las enseñanzas budistas que contribuyen a dar forma al país.
Sin embargo, a pesar de la imagen popular de hogares y estilos de vida japoneses ordenados, basados en una estética minimalista Zen, Japón es un país de espacio limitado con una elevada concentración de población en las grandes ciudades. Muchos hogares son pequeños y están abarrotados de posesiones, explicó Ikari.
“Había gente que conocía el danshari, pero eran pocos antes del ascenso de Yamashita”, comentó Ikari. “Años más tarde, lo que empezó con Yamashita ha resonado en el fenómeno global de ‘provocar alegría’ que vemos hoy”.
Una mañana temprano del otoño pasado, Yamashita fue a hacer una consulta de danshari a un pequeño departamento ubicado en la octava planta de un edificio anodino en el noroeste de Tokio. Su equipo de video la acompañaba para grabar la sesión para su canal de YouTube.
Vestida con un pantalón de mezclilla azul claro y una blusa blanca con holanes, Yamashita se deslizó con facilidad por el vestíbulo de entrada hasta la sala principal, deteniéndose para contemplar la escena que tenía ante sí.
Torres de bolsas de tela, canastas y cestos rebosaban de ropa y juguetes. En un rincón, decenas de botellas polvorientas reposaban detrás de unos sillones estilo puff, mientras un trampolín en miniatura yacía tumbado. Prácticamente no se podía ver ninguna superficie bajo las avalanchas de viejos artefactos, marcos de fotos y artículos de oficina.
“Vaya, esto no parece refrescante, ¿verdad?”, comentó Yamashita, esbozando una sonrisa mientras se volvía hacia Risa Kojima, la dueña del departamento, que estaba en el salón con los ojos muy abiertos. “¿Tienes la intención de refrescar esto?”, preguntó.
Kojima, de 41 años, y su marido, Takashi, trabajan a tiempo completo y tienen tres hijos: uno pequeño, otro en la guardería y otro en la escuela primaria. Además de su trabajo diario, Kojima alterna entre varias actividades paralelas como la fotografía y la organización de eventos. Su marido se encarga de la mayor parte de las tareas domésticas y del cuidado de los niños.
Una década después de mudarse, el departamento de 70 metros cuadrados de la pareja llevaba tanto tiempo sumido en el desorden que ya no se daban cuenta del caos.
Empezando por la sala de estar, Kojima y su marido comenzaron a ordenar canastas llenas de bolígrafos viejos, dispositivos de juegos y marañas de cables de carga. Yamashita revoloteaba por la habitación con su característico delantal, limpiando superficies y acribillando a la pareja a preguntas.
Una de las primeras (“La comodidad de este espacio y su apego a estos objetos, ¿qué les importa más? ¿Qué tiene más valor?”) pareció tomar a Kojima por sorpresa, dejándola sin palabras.
Al final de la sesión de cinco horas, como suele ocurrir en el programa de televisión de Yamashita, Kojima había encontrado algunas respuestas.
“Se están dando cuenta de que hay demasiadas cosas al descubierto, pero tenemos que indagar más a fondo la razón por la que tienen tantas cosas”, dijo Yamashita a mitad de la limpieza.
“Creo que mi mente está desordenada”, respondió Kojima, por el trabajo y otros factores. “Hay tantas cosas que constantemente me están metiendo en la cabeza”, dijo.
Yamashita insistió: “Obviamente, nadie puede ver dentro de tu cabeza, pero es visible, en este espacio”. Luego señaló la sala de estar. “¿Puedes ver cómo los retos que enfrentas en tu cabeza se manifiestan físicamente aquí?”, preguntó.
“Creo que el problema es que ni siquiera soy capaz de reconocer cuándo hay demasiado”, dijo Kojima.
Durante un descanso entre las sesiones de la mañana y de la tarde, Yamashita, acompañada de su equipo de video y de Kojima, caminó a un pequeño restaurante de fideos al final de la calle. Acomodándose en una mesa baja en un rincón del establecimiento forrado de esteras de paja, Yamashita mostró empatía con Kojima por lo difícil que podía ser el danshari.
“En muchos sentidos, tener que enfrentarnos a nuestras cosas es como tener que enfrentarnos a nosotros mismos”, dijo Yamashita. “Todos hacemos mucho, y es difícil trabajar en reducir las cosas cuando se trata de las relaciones y el trabajo”.
Su objetivo, dijo, era ayudar a esta madre de tres hijos que trabaja a aprender a ser consciente de cuándo las cosas estaban llegando a ser demasiado. “Lo que hacemos con los objetos de tu casa… eso es solo un entrenamiento”, dijo.